miércoles, 28 de septiembre de 2011

CÓMO EL CRISTIANISMO PRIMITIVO SE DESTRUYÓ

Cómo el cristianismo primitivo se destruyó

 

El cristianismo era como un tesoro precioso que los apóstoles encomendaron a otros hombres de alta confianza, llenos del Espíritu Santo. La iglesia primitiva salvaguardó este tesoro precioso dentro de una fortaleza inexpugnable, fortificado tras cuatro muros altos. Estos muros eran: 

 

1. Ninguna revelación nueva. 

 

Era difícil que una doctrina nueva lograra establecerse porque la iglesia primitiva tenía la firme creencia de que no recibiría ninguna nueva revelación después del tiempo de los apóstoles. Además, mantenían un espíritu muy conservador. Creían que cualquier cambio de doctrina los involucraría inmediatamente en el error. 


2. La separación del mundo. 

 

La separación de la iglesia del mundo protegía a la iglesia de la influencia de las corrientes de actitudes y prácticas mundanas. 


3. El recurrir a las iglesias apostólicas. 

 

La práctica voluntaria de recurrir con cualquier pregunta a los ancianos de las iglesias donde habían enseñado los apóstoles aseguraba la iglesia a la tradición apostólica. 


4. La independencia de cada congregación. 

 

Si surgía una doctrina falsa, era difícil que se diseminara por toda la iglesia primitiva porque cada congregación se administraba independiente de las demás. 

Mientras estos cuatro muros quedaban intactos, el cristianismo puro de los apóstoles quedaba seguro de grandes contaminaciones. Quizás con el recorrer de los años estos muros se hubieran destruido ellos mismos. Nunca lo sabremos, porque se derribaron con grandes golpes primero. 

No digo que los muros se derribaron bajo los golpes de la persecución. Al contrario, a través de casi trescientos años, Satanás daba a la iglesia primitiva un golpe de persecución tras otro. Pero los muros altos que protegían a la iglesia primitiva no rindieron casi nada. Lo cierto es que el fuego de la persecución refinaba a la iglesia primitiva, separando la escoria del oro espiritual. 

Parece que después de tres siglos, Satanás se dio cuenta de que no podía destruir a la iglesia primitiva con la persecución. Cuando cambió de tácticas, dentro de pocos decenios hizo lo que no había podido hacer durante todos aquellos trescientos años. Ahora en vez de usar los golpes brutales, usaba la persuasión lisonjera para destruir al cristianismo desde adentro de los muros. Me hace pensar de una de las fábulas de Esopo que leí cuando era muchacho: 

Un día el sol y el viento discutían quién de ellos era el más fuerte. Cuando ninguno de los dos se rindió después de mucha discusión, el sol propuso una prueba. El que ganaba la prueba sería tenido como el más fuerte. Viendo a un hombre con un abrigo de lana que caminaba por un camino en el campo, el sol propuso que cada uno de ellos trataría de hacer que el caminante se quitara el abrigo. El viento estuvo de acuerdo. El sol le invitó a ser primero, mientras él se retiró detrás de una nube.
El viento desencadenó toda su fuerza, dando contra el caminante con tanto ímpetu que casi le derribó. Pero el caminante, inclinándose contra la fuerza del viento, luchaba por seguir su camino. Y aunque el viento daba con más y más fuerza, el caminante logró mantenerse de pie, y sólo estrechó su abrigo contra su pecho. Al fin, jadeando y fatigado, el viento se rindió. Luego el sol salió de detrás de la nube y tiernamente calentó al caminante con sus rayos delicados. Dentro de pocos minutos, el caminante se quitó el abrigo. 

Así mismo, cuando Satanás trató de vencer al cristianismo a pura fuerza, fracasó del todo. Pero cuando cambió de tácticas y lo colmó de honores, obsequios y palabras lisonjeras, se rindió pronto.


BENDICIONES



Tomado del Libro: Que hablen los primeros cristianos de David Bercot.
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com

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