lunes, 26 de septiembre de 2011

PASTORES GRADUADOS DE LA ESCUELA DE LA VIDA

¿Por qué tuvieron éxito los primeros cristianos? 

 

Pastores graduados de la escuela de la vida

 

La entrega a Cristo de todos los primeros cristianos de la iglesia primitiva refleja la calidad de sus líderes. La mayoría de las iglesias evangélicas de hoy en día están gobernadas por un pastor en unión con una junta de ancianos y quizás una junta de diáconos. 

Normalmente, el pastor ha tenido su preparación profesional o hasta ha recibido su título de seminario, pero no fue criado en la iglesia que lo llama a ser pastor. A menudo no tiene ningún poder de gobernar en la iglesia excepto el poder de la persuasión. 

La junta de ancianos o la de diáconos, por lo general, se forma de hombres que trabajan una jornada completa en empleos seculares. Administran los programas y los asuntos financieros de la iglesia, y muchas veces fijan hasta la política de la iglesia. Pero de costumbre nadie corre a ellos para recibir consejos espirituales. No son los pastores del rebaño espiritual. Sí, usamos los mismos nombres para los líderes de la iglesia como los que usaban los primeros cristianos. Hablamos de ancianos y de diáconos. Pero en realidad el método de gobernar nuestras iglesias difiere mucho del método de las iglesias primitivas. 

En vez de tener un pastor preparado profesionalmente, entre ellos los ancianos todos eran pastores que dedicaban su tiempo a la obra de la iglesia. El anciano mayor de edad o tal vez el más capacitado servía como el presidente de los ancianos. Generalmente se le llamaba el obispo o el supervisor de la congregación. Ni el obispo ni los ancianos eran desconocidos, traídos a la congregación de otra parte. Normalmente habían pasado muchos años en la congregación. Todos conocían sus puntos fuertes y también sus puntos flacos. 

Además, no se preparaban para servir como obispos o ancianos por medio de estudiar en un instituto bíblico o seminario, llenando sus cabezas de ciencia. La congregación no buscaba tanto una ciencia profunda sino una espiritualidad profunda. ¿Vivían cerca de Dios? ¿Habían dado ya por años un buen ejemplo a otros cristianos? ¿Estaban dispuestos hasta a dar su vida por Cristo? Como Tertuliano dijo a los romanos: 

Nuestros ancianos son hombres probados. Obtienen su posición no por un sueldo, sino por firmeza de carácter.”


En aquel tiempo no había seminarios. Un hombre aprendía lo necesario para servir como anciano en la escuela de la vida. Recibía su preparación de los ancianos con más experiencia. Aprendió cómo andar con Dios y pastorear en la iglesia por observar e imitar su ejemplo. Recibió la experiencia práctica guiado por ellos, y no tuvo que hacer todo perfectamente. Tenía que ser capaz de enseñar por medio de su ejemplo tanto como por medio de su palabra. De otra manera no sería llamado jamás para ser anciano u obispo. 

Lactancio explicó la diferencia entre los maestros cristianos y los paganos así: 

“Hablando de aquel que enseña los fundamentos de la vida y amolda la vida de otros, hago la pregunta: ‘¿No es necesario que él mismo viva de acuerdo con los fundamentos que enseña?’ Si no vive de acuerdo con lo que enseña, su enseñanza resulta nula… Su alumno le contestará así: ‘No puedo hacer lo que usted me enseña, porque es imposible. Me enseña a no enojarme. Me enseña a no codiciar. Me enseña a no lujuriar. Me enseña a no temer el sufrimiento y la muerte. Pero todo esto está muy contrario a la naturaleza. Todos los hombres sienten estos deseos. Si usted está convencido de que es posible vivir contrario a los deseos naturales, primero permítame ver su ejemplo para que yo sepa que en verdad es posible.’…¿Cómo podrá el maestro quitar este pretexto de los obstinados, a no ser con su ejemplo? Sólo así podrán sus alumnos ver con sus propios ojos que lo que enseña es en verdad posible. Es por eso mismo que nadie vive de acuerdo con las enseñanzas de los filósofos. Los hombres prefieren el ejemplo a solo palabras, porque fácil es hablar—pero difícil actuar.”


En una de sus cartas, Cipriano describe la manera en que las iglesias primitivas escogían a un anciano u obispo nuevo: 

“Será escogido en la presencia de todos, bajo la observación de todos, y será probado digno y capaz por el juicio y testimonio de todos… Para tener una ordenación apropiada, todos los obispos de las demás iglesias de la misma provincia deben reunirse con la congregación. El obispo debe ser escogido en la presencia de la congregación, ya que todos conocen a fondo su vida y sus hábitos.”


Una vez escogido un anciano u obispo, por lo general quedaba en esa congregación por toda su vida, a menos que la persecución le obligara a trasladarse a otra parte. No servía unos tres o cuatro años sólo para trasladarse a otra congregación más grande donde le podían pagar mejor. Y como dije anteriormente, no sólo el obispo sino mucho más todos los ancianos dedicaban todo su tiempo a su trabajo como pastor y maestro. Se dedicaban totalmente al rebaño. Se esperaba que dejaran cualquier otro empleo, a menos que la congregación fuera muy pequeña como para sostenerlos. 

Tenemos copias de varias cartas enviadas entre dos congregaciones cuando surgió la pregunta de qué hacer cuando un anciano fue nombrado como ejecutor testamentario en el testamento de un cristiano difunto. Bajo la ley romana, no había salida para el que fue nombrado como ejecutor testamentario. Tenía que servir, quisiera o no quisiera. Y el trabajo podía exigir mucho tiempo. El anciano que escribió la carta se escandalizó de que un cristiano nombrara a un anciano como ejecutor testamentario, porque esos deberes le quitarían el tiempo de su obra como pastor. De hecho, todos los ancianos se escandalizaron.


Imagínese el cuidado espiritual que recibieron los primeros cristianos de sus pastores. En cada congregación de entonces había varios ancianos cuya única preocupación era el bienestar espiritual de su congregación. Con tantos pastores trabajando todo el tiempo en la congregación, cada miembro sin duda recibió el máximo de atención personal. 

Pero para servir como anciano u obispo en la iglesia primitiva, un hombre tenía que estar dispuesto a dejarlo todo por Cristo. Lo primero que dejaba era sus posesiones materiales. Dejaba su empleo y el salario con que sostenía a su familia. Y no lo dejaba para luego recibir un buen salario de la congregación. De ninguna manera. Sólo los herejes pagaban un salario a sus obispos y ancianos. En las iglesias primitivas los ancianos recibían lo mismo que recibían las viudas y los huérfanos. Usualmente, recibían las cosas necesarias para la vida, y muy poco más.


Pero sacrificaban esos ancianos más que sólo las cosas materiales del mundo. Tenían que estar dispuestos de ser los primeros en sufrir encarcelaciones, torturas, y hasta la muerte. Muchos de los escritores que cito en este libro eran ancianos u obispos, y más de la mitad de ellos sufrieron el martirio: Ignacio, Policarpo, Justino, Hipólito, Cipriano, Metodio, y Orígenes. Con tal entrega de parte de sus líderes, no es difícil ver por qué los cristianos ordinarios de esa época se dedicaron a andar con Dios y a evitar la norma del mundo. 


BENDICIONES

www.laiglesiaprimitiva.com

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