sábado, 22 de octubre de 2011

INCREIBLE: AHORA LOS REFORMADORES QUEMAN HEREJES

CALVINO Y LA QUEMA DE LOS HEREJES

 

Calvino le había enviado una copia de su Fundamentos de la religión cristiana a un pensador español llamado Miguel Servet. Servet era un científico y geógrafo dotado. De hecho, él fue la primera persona en describir de manera acertada el aparato circulatorio humano. Siendo un hombre de muchos intereses, Servet también escribió algunas obras teológicas. Estas obras contienen tanto observaciones bien fundamentadas como especulaciones erróneas. Al enviarle a Servet una copia de su obra teológica, Calvino esperaba “enderezarlo”.

Servet leyó la obra de Calvino, y escribió en el margen varias notas, críticas y refutaciones a medida que leía. Tres de las cosas que él criticó eran las enseñanzas de Calvino sobre el bautismo de infantes, la predestinación, y la explicación de Calvino acerca de la Trinidad. Aunque Servet creía en la deidad de Cristo, su comprensión de la Trinidad estaba un poco confusa y definitivamente era incorrecta en algunos puntos. Luego Servet le envió de nuevo a Calvino su Fundamentos, con todos los comentarios que él había hecho. Enfurecido, Calvino comentó que si alguna vez Servet venía a Ginebra, nunca saldría vivo de la ciudad.

Sin embargo, la Inquisición atrapó a Servet antes que Calvino lo hiciera. Lo arrestaron en Francia (adonde él había huido) y lo sentenciaron a ser quemado en la hoguera como un hereje. No obstante, Servet escapó de la prisión y se dirigió a Italia. 

Rumbo a Italia, Servet imprudentemente pasó por Ginebra. Él pensó que sería interesante escuchar a Calvino predicar. Pero Calvino reconoció a Servet y ordenó su arresto. Luego las autoridades lo echaron en una horrible mazmorra sin ninguna fuente de luz o calor y con poca comida.

En su juicio, a Servet se le negó el derecho a un abogado. Las autoridades lo acusaron de cuarenta artículos de herejía. La mayoría de estos artículos tenían que ver con la Trinidad, pero otros estaban relacionados con el hecho de que él negaba el bautismo de infantes y enseñaba que los niños pequeños son inocentes y sin pecado hasta que llegan a una edad de más entendimiento. 

El cargo que formularon contra Servet también lo acusaba de hacer comentarios insultantes contra la teología de Calvino. El juez no le permitió a Servet que explicara o defendiera ninguna de las cosas que había escrito.

Luego de escuchar la evidencia, las autoridades de Ginebra condenaron a Servet a morir quemado en la hoguera por sus enseñanzas heréticas, a pesar de que él ni siquiera era un ciudadano de Ginebra, sino que sólo pasaba por allí. Guillermo Farel, el hombre que había persuadido a los valdenses para que se unieran a la Reforma, acompañó a Servet al lugar de la ejecución, regañándolo en voz alta todo el tiempo por su herejía.

Cuando llegaron al lugar donde Servet iba a morir, Farel le advirtió a la multitud de observadores: 

“Aquí ustedes pueden ver el poder que posee Satanás cuando él tiene a un hombre en su poder. Este hombre es un sabio destacado, y tal vez él creía que estaba actuando correctamente. Pero ahora está poseído completamente por Satanás, tal y como él puede poseerlos a ustedes si caen en sus trampas”.

Los verdugos entonces encadenaron a Servet a la hoguera y amontonaron haces de leña a su alrededor. Casi la mitad de la leña estaba verde, por lo que Servet sufrió una muerte lenta y agonizante… mientras la multitud disfrutaba del espectáculo.

Aunque Calvino había recomendado que Servet fuera ejecutado de otra manera que no fuera en la hoguera, él no usó su influencia para impedir que fuera quemado. De hecho, meses más tarde, Calvino escribió: 

“Muchos me han acusado de semejante crueldad feroz que (afirman ellos) a mí me gustaría matar nuevamente al hombre que he destruido. No sólo permanezco indiferente a sus comentarios, sino que me regocijo en el hecho de que ellos me escupen en la cara. (…) Quienquiera que ahora argumente que es injusto darle muerte a los herejes y a los blasfemadores incurrirá en la misma culpa de ellos a sabiendas y de buena gana”.

No puedo evitar preguntarme qué pensaban los valdenses acerca de todas estas cosas. Hacía sólo unas décadas, ellos habían sido la presa perseguida y los que estaban siendo quemados en la hoguera. Ahora ellos eran parte de un movimiento que hacía lo mismo con los demás.



BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.

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