martes, 11 de octubre de 2011

JESUS Y LAS DEMANDAS ANTE LAS AUTORIDADES

Las demandas

 

Fueron turbas sediciosas las que a menudo golpearon o apedrearon a Pablo. 

Como ciudadano romano que era, Pablo pudo haber presentado cargos contra aquellos que ilícitamente lo golpearon o apedrearon. Pero no lo hizo. Él volvió la otra mejilla. Jesús dijo que cuando alguien quiera demandarnos con el objetivo de quitarnos la túnica, que le dejemos también la capa. Por tanto, de aquí se puede deducir que si alguien simplemente se apodera de nuestra túnica, no debemos interponer una demanda para recuperarla. Como dijo Jesús, al que te pida, dale.

Al mismo tiempo, Pablo mostró que no es incorrecto para los cristianos valerse de la protección que les ofrece el gobierno cuando son perseguidos. Por ejemplo, Pablo se libró de una azotada al preguntarle al centurión romano: “¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?” (Hechos 22.25).

Pablo reiteró la enseñanza de Jesús en su epístola a los corintios: “¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? (…) Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos? Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?” (1 Corintios 6.1, 5–7).

Hace casi veinte años, yo me percaté del conflicto entre las enseñanzas de Jesús y el ejercer como abogado en procesos judiciales. Si para mí es incorrecto como individuo cristiano llevar a mi hermano a juicio, ¿cómo puede ser correcto que como abogado represente a otro cristiano que demanda a su hermano? El camino correcto estaba muy claro.

Por otra parte, se trataba de mi sustento. Si eliminaba las demandas de mi práctica, ¿qué me quedaría? Nada, excepto redactar testamentos y escrituras, y examinar títulos de propiedad. Y éstas no son precisamente las áreas más emocionantes o rentables de la abogacía. Debido a lo limitado de mi propia fe, ésta fue una decisión difícil para mí. Pero al final, yo supe que tendría que obedecer a Jesús. De manera que dejé de aceptar cualquier tipo de demandas o cualquier otro trámite legal que entrara en conflicto con las enseñanzas de Jesús.


 
BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.

No hay comentarios:

Publicar un comentario