lunes, 3 de octubre de 2011

¿LAS ESCRITURAS SON EN OCASIONES AMBIGUAS?



Otras razones por qué la Escritura es en ocasiones ambigua.

 

La ambigüedad de las lenguas humanas sería suficiente para crear ambigüedad en la Escritura. Sin embargo, el problema es todavía más complicado por el hecho de que nuestra Biblia es una colección de obras escritas durante un espacio aproximado de 1500 años, por cerca de cuarenta hombres distintos. 

Sólo el Nuevo Testamento fue al menos escrito por ocho escritores diferentes en un período cercano a cincuenta años. La mayor parte de los libros del Nuevo Testamento son a menudo cartas escritas a una persona o a una congregación específica. 

No debería sorprendernos entonces que el lenguaje literal de una escritura contradiga al lenguaje literal de otra escritura. Quizá la comparación que sirve de ejemplo es Efesios 2:8,9 con Santiago 2:24. Pablo escribió a los efesios: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe.” Pero Santiago escribió: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por los obras, y no solamente por la fe.” 

Yo estoy seguro que el mismo Espíritu inspiró a ambos versículos para ser escritos. Y, por tanto, creo que ambos pueden ser armonizados. Pero el problema aquí no es cómo pueden ser armonizados. El punto es que necesitan ser armonizados. Pues el lenguaje literal de ambos versículos es contradictorio, o al menos parece ser contradictorio. 

La presencia de tales pasajes contradictorios en la Escritura no debería sorprendernos. Al hablar o escribir ordinariamente, todos decimos cosas contradictorias. A veces, a diferencia de la Escritura, esto simplemente se debe a nuestra imperfección y falta de memoria. Pero muchas veces las contradicciones surgen porque dirigimos palabras en asuntos y momentos diferentes. Una declaración hecha en una ocasión no se aplica necesariamente a otra ocasión o asunto. Permíteme darte un ejemplo. 

Una de las primeras secretarias que yo tuve fue una mujer madura que le encantaba cuestionar todo lo que yo escribía. A veces volvía a mí con una carta que yo la había dictado y decía algo como: “¿Estás seguro que esto es lo que quieres decir? ¿No sonaría mejor si dijeras de esta manera…?” A veces sus comentarios eran de gran ayuda, pero otras veces sencillamente no estaba familiarizada con el lenguaje que nosotros los abogados utilizamos al escribirnos el uno al otro. En varias oportunidades, ella cambiaba cosas que yo había escrito sin consultarme. Por tanto, cierto día, un poco enojado, le dije: “Cuando te dicte una carta, por favor, ¡escríbelo en la máquina tal como la dicte! ¡No cambies ni una palabra!” 

Años después, trabajaba con una secretaria más joven. Su defecto era exactamente lo opuesto: escribía todo al pie de la letra. Aún si había un problema en la máquina de escribir, y algunas palabras eran omitidas de una oración, ella seguía escribiendo, ignorando el hecho de que lo que estaba escribiendo no tenía sentido. Si yo estuviera dirigiendo una carta al Sr. Smith, pero en mi distracción comenzara la carta diciendo, “Querido Sr. Jones,” ella la escribiría exactamente como escuchaba. Por tanto, en una ocasión le dije: “Cuando te dicte algo, fíjate en lo que estás tipiando. Si no tiene sentido, ven y pregúntame. No lo tipees al pie de la letra.” 

Aquí, yo di dos instrucciones opuestas a las dos secretarias. ¿Fue así porque yo no sabía lo que quise decir? No, yo lo sabía muy bien. Ninguna de las dos instrucciones tenía el propósito de ser una orden absoluta por sí misma. Yo estaba afrontando diferentes situaciones en diferentes contextos. Por consiguiente, yo dije diferentes cosas que se adecuaran a las dos ocasiones. 

Nosotros hallamos situaciones similares en la Biblia. Por ejemplo, Jesús dijo a los fariseos: “El que no es conmigo, contra mí es” (Lucas 11:23). Sin embargo, en otra ocasión, dijo a sus discípulos: “El que no está contra nosotros, por nosotros es” (Marcos 9:40). ¿A caso Jesús no supo lo que quiso decir? ¡Por supuesto que él sabía! Él simplemente se estaba dirigiendo a dos grupos diferentes de personas acerca de asuntos diferentes. Ninguna de las dos declaraciones tenía el propósito de ser una verdad absoluta en todas las situaciones. 

Lo que no es la Escritura

Sin embargo, aún hay otra razón de por qué los cristianos bíblicos son incapaces de llegar a un acuerdo en cuanto al significado de la Escritura. Es porque muchas de las doctrinas que defendemos nunca son tratados directa o completamente en la Escritura en primer lugar. 

El Nuevo Testamento no contiene una buena lista resumida de las doctrinas cristianas. Ni siquiera contiene una declaración básica de la fe. Ninguno de los libros del Nuevo Testamento fue diseñado para ser un tratado teológico sobre un tema específico.
Por tanto, la mayoría de las doctrinas que seleccionamos de la Biblia son de declaraciones que fueron escritas mientras el escritor estaba tratando sobre algún otro tema. Un ejemplo clásico es Colosenses 2:11,12: 

“En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.” 

Muchos cristianos han utilizado este pasaje para defender una forma particular de bautismo. Y no es necesariamente un mal uso de este pasaje. Sin embargo, el tema de Pablo no era el modo del bautismo. Simplemente hizo una breve referencia al bautismo, mientras hablaba sobre nuestra relación con Cristo. 

Una vez que reconozcamos que muchos pasajes de la Escritura son ambiguos, seremos capaces de comenzar a buscar una respuesta para resolver aquellas ambigüedades. Sin embargo, aún no te daré mi respuesta final. En lugar de eso, quiero examinar algunos de los métodos que los cristianos usan para resolver estas ambigüedades. Desafortunadamente, ninguno de ellos funciona. 


BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: LOS PRIMEROS CRISTIANOS Y SUS ESCRITOS de David Bercot.

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