lunes, 17 de octubre de 2011

LOS PERSEGUIDOS SE CONVIERTEN EN PERSEGUIDORES


Después del Concilio de Nicea, la Iglesia acertadamente excomulgó a Arrio, quien era un hombre divisivo que enseñaba falsas doctrinas. 

En los tres primeros siglos del cristianismo, el asunto hubiera concluido ahí. Sin embargo, Constantino fue más allá y desterró a Arrio de su ciudad natal de Alejandría a la provincia de Illyricum, al otro lado del Mar Mediterráneo. Constantino luego ordenó que quemaran todos los escritos de Arrio. Y lo que es peor, Constantino declaró que cualquiera que fuera sorprendido con escritos de Arrio sería ejecutado.  En lugar de oponerse a estas medidas, los obispos las aplaudieron.

Catorce años antes, los primeros cristianos eran los perseguidos. Ahora ellos eran los perseguidores.

Constantino llegó a creer que la tarea más importante del magistrado civil era preservar y apoyar la fe “católica”. Para Constantino, los herejes o cismáticos que se oponían a sus órdenes no eran otra cosa que criminales rebeldes. Con el tiempo, él comenzó a adoptar casi textualmente el lenguaje de los decretos de Diocleciano (quien había iniciado la última gran persecución contra los primeros cristianos) y a aplicar ese lenguaje a los varios decretos destinados a reprimir a los herejes.

Este nuevo tipo de persecución resultó ser mucho más dañina en sus efectos que cualquier otra llevada a cabo por la Roma pagana de años atrás. Esta nueva persecución, a diferencia de la persecución pagana, no eligió como blanco a todos los que creían en Jesús como su Señor y Salvador. Más bien, eligió como blanco sólo a aquellos a quienes la Iglesia institucional tildaba de herejes. En verdad, los arrianos eran herejes. Pero eso no justificaba que los persiguieran. Además, muchos de los que la Iglesia persiguió después de eso no eran herejes, sino verdaderos cristianos del reino.

Esta nueva persecución a menudo no sólo elegía como blanco a los cristianos inocentes del reino, sino que también manchaba de sangre las manos de los propios perseguidores cristianos, y los arrastraba hacia la conducta depravada del mundo. 

Los primeros cristianos comenzaron a imaginarse que ellos podían emplear los instrumentos de Satanás si lo hacían con un propósito “piadoso”. Esta nueva persecución hizo muy difícil que la Iglesia alguna vez pudiera ser reformada o restaurada a su pureza original. Eso se debió a que cualquier reformista potencial pronto era tildado de hereje y luego silenciado.

Al instituir la persecución patrocinada por la Iglesia, el Concilio de Nicea deshizo cualquier bien que hubiera podido resultar del Concilio.



BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.
 

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