martes, 18 de octubre de 2011

¿QUÉ PASÓ CON LAS ENSEÑANZAS DE CRISTO EN LA IGLESIA PRIMITIVA?


En la primera parte de este Blog, analizamos algunas de las leyes del reino. ¿Qué pasó con estas leyes bajo el híbrido constantiniano? 

En general, el nuevo híbrido dio toda clase de explicaciones para no cumplir ninguna de las enseñanzas del reino de Cristo, excepto aquellas enseñanzas que se adaptaran bien al modelo del Antiguo Testamento. Bajo este híbrido, si algo había sido lícito para los judíos, ahora se consideraba lícito para los cristianos. Con eso en mente, repasemos brevemente lo que la Iglesia híbrida ahora enseñaba en cuanto a las riquezas, los juramentos, la no resistencia y el divorcio.

Las riquezas. No hay ningún mandamiento en el Antiguo Testamento que prohíba acumular riquezas en la tierra. Por tanto, bajo el híbrido, a los cristianos les era permitido acumular riquezas terrenales. 

También les era aceptable retener o procurar posiciones de poder terrenal. Más bien, la Iglesia ahora comenzaba a enseñar que Dios había instituido las distinciones sociales entre los humanos. Un miembro de la nobleza no debía vivir ni vestirse como un campesino, y un campesino no debía procurar vivir ni vestirse como un miembro de la nobleza.

Los juramentos. Puesto que los juramentos eran lícitos en el Antiguo Testamento, también lo fueron en el nuevo híbrido. Además, la Iglesia se dio cuenta de que las multitudes de personas que habían entrado a sus filas no estaban verdaderamente regeneradas. Su palabra no era digna de confianza. De modo que la Iglesia se sintió obligada a reinstaurar los juramentos. De hecho, los juramentos se convirtieron en uno de los pilares centrales del gobierno y la sociedad romana y medieval.

La no resistencia. El Antiguo Testamento no enseñó la doctrina de la no resistencia y el amor para con nuestros enemigos; por tanto, ahora la Iglesia tampoco la enseñaba. En cuestión de unas pocas décadas, los primeros cristianos pasaron de ser los humildes e indefensos a ser los crueles y poderosos.

Como ya hemos analizado, antes del auge de Constantino, los cristianos ni siquiera tomaban las armas para defenderse a sí mismos de los bárbaros paganos. Ahora, no vacilaban en asesinar a sus conciudadanos romanos y hermanos cristianos.

El divorcio. Tratándose del divorcio, las cosas fueron un poco diferentes. Eso se debía a que el Antiguo Testamento les había permitido el divorcio sólo a los maridos y únicamente cuando éste había hallado en su esposa “alguna cosa indecente”. Aunque algunos rabinos judíos habían interpretado esta ley de una forma muy liberal, la Iglesia la interpretó de una manera bastante estricta, permitiéndole a un hombre divorciarse de su mujer sólo por causa de porneia.

En Occidente, la Iglesia interpretó la palabra porneia como una violación de las leyes levíticas del Antiguo Testamento que prohibían el matrimonio dentro de ciertos grados de consanguinidad o afinidad. Por ejemplo, un hombre no podía casarse con su hermana o con su nuera (véase Levítico 18.9, 15). Ya que el Antiguo Testamento se había convertido ahora en el modelo para la Iglesia, ésta recogió la mayoría de estas leyes levíticas sobre el matrimonio y las puso en práctica bajo el nuevo híbrido. Si un hombre, por alguna razón, terminaba en una relación matrimonial que violaba las leyes levíticas, se esperaba de él que se divorciara de su esposa. (En la actualidad, nos referiríamos a esto como una anulación del matrimonio.) Fue sobre esta base que, siglos más tarde, Enrique VIII procuró divorciarse de su primera esposa, Catarina de Aragón, ya que ella era la viuda de su hermano mayor.

De manera que esta nueva era, supuestamente de oro, terminó siendo muy parecida a la antigua nación de Israel, pero sin las leyes ceremoniales y dietéticas judías. 

Los juramentos, la acumulación de riquezas y la violencia autorizada por el estado eran aceptables. Sin embargo, no se permitían la inmoralidad sexual, la adivinación ni la hechicería, por cuanto todo esto era prohibido en el Antiguo Testamento. 

Casi mil setecientos años después, este mismo vínculo con la moralidad del Antiguo Testamento marca de forma distintiva a las Iglesias que han surgido a partir del híbrido constantiniano.

El pueblo del reino ya una vez había trastornado al mundo. Ahora el mundo estaba haciendo sus mayores esfuerzos por poner el reino al derecho.



BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.
 

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